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Décadas filosofales (Contribución a la
Comprensión matricial de la Historia de las Filosofías)
por Patrice Guinard

-- traducción Angeles Rocamora --


Este estudio cubre el capítulo 27 de mi tesis de doctorado (1993).
 

Los diez astros del primer pensamiento griego

"Cada pensador pinta su universo y cada cosa con menos colores de los que existen y está ciego a ciertos colores". (Nietzsche: Aurora)

     Los primeros filósofos griegos aprehendían el mundo tal y como lo veían, lo sentían, tal y como se presentaba ante ellos. El mundo jamás ha cesado de ser lo que es desde siempre. Lo intemporal se manifiesta hic et nunc, o, para emplear una terminología de Hegel, lo universal en sí mismo es también el presente del mundo concreto. Es suficiente por tanto, para captar al Ser, dejar a la voluntad adaptarse a su exterioridad, y a la representación abrazar la multiplicidad, a fin de que nazca la figura sintética que permite ver la manera misma en la que se organiza lo real en la luz de la conciencia que lo reflexiona.

     Los Presocráticos sintetizan las primeras posturas del espíritu de cara a lo real y encarnan las tendencias arquetípicas de la conciencia. "En efecto, ellos inventaron los principales tipos del espíritu filosófico, a los que la posteridad entera no ha agregado nada esencial".[1]  A través de estas disposiciones depuradas del espíritu, que ilustran los fragmentos de los textos presocráticos, son esencialmente temperamentos los que se perfilan. "Descubren antes que los sabios, todas las grandes concepciones de las cosas; ellos representan estas grandes concepciones, se reducen ellos mismos a sistemas. Nada da una idea más alta del espíritu griego que esta repentina abundancia de los tipos, esta forma involuntaria de construir completamente todas las grandes posibilidades del ideal filosófico."[2]

     Se conoce una centena de estos primeros pensadores griegos.[3]  Los más dotados, estos "tipos puros" de los que habla Nietzsche, encarnan, por turnos, las diferentes funciones planetarias -Tales (Urano), Anaximandro (Plutón), Pitágoras (Sol), Xenófanes (Luna), Heráclito (Marte), Parménides (Júpiter), Anaxágoras (Venus), Empédocles (Neptuno), Demócrito (Saturno) y Portágoras (Mercurio)- antes de que se inmiscuya la exterioridad, y de que se refuercen los intereses de la Ciudad, y con ellos la moral y las ideologías. Los discursos tardíos oscurecen la visión; una dialéctica laboriosa se enraiza en los espíritus; la retórica prepara el mestizaje socrático y post-socrático. Los "anti-filósofos" mercuriales (Protágoras, Gorgias y Sócrates) cierran el ciclo iniciado por Tales, el filósofo entre los siete sabios de Grecia, el uraniano que establece las constantes del acto filosófico, presente en todos sus sucesores: fundar, unificar, inaugurar, dar perspectiva.

     Porque cada uno de estos filósofos encarna un tipo humano, una perspectiva de la conciencia, un modo de percepción de lo real, que se traduce por un arquetipo planetario específico. Cada una de las filosofías presocráticas es la traducción inmediata de una función planetaria simple. Las concepciones presocráticas del mundo están marcadas por temperamentos, por disposiciones del espíritu, que forman los operadores planetarios. De Urano a Mercurio, en una serie temporal determinada, se suceden los primeros pintores de Grecia. Sus cuadros, finalmente, son autorretratos depurados. Y la serie se clausura con Mercurio, el anti-uraniano sofista, que precipita la extinción de dos siglos de candor y de nitidez filosófica. La representación se nubla, y con ella el espíritu. Hibridación que prepara el declive de la filosofía griega.
 

TALES de Mileto - Unificación (URANO)

     El mundo es Uno: conjunto orgánico, unificado, vivo y animado de parte a parte. El mundo es la Naturaleza (physis), totalidad regenerada por el Agua, principio primordial (arche) cuyas prioridades (fluidez, plasticidad, fertilidad) justifican la generación y la diversidad de las manifestaciones vivientes, y fuente única de la que nace, se abreva y se nutre la multiplicidad de los seres. La liberación de los mitos y de las opiniones pasa por la conceptualización, por la determinación (con la ayuda de la copula "es") y por la argumentación. La unificación funda la empresa filosófica, y reabsorbe las dificultades dadas por la diversidad de las cosas.
 

ANAXIMANDRO de Mileto - Sobrediferenciación (PLUTÓN)

     El principio (arche) de todas las cosas podría ser concreto: el apeiron (infinito e indefinido) es imperceptible, más allá de toda calificación y de toda representación sensibles. El ser eterno y original, imperecedero, engendra la multiplicidad de las formas naturales efímeras, de las que ninguna tiene identidad estable. Es también el ser final al que vuelve toda formación individualizada. Por la muerte se pagan los excesos de la diferenciación: "Es de la que la generación procede para las cosas que son, y también es hacia la que vuelven bajo el efecto de la corrupción, según la necesidad; ya que las cosas se rinden mutuamente justicia y reparan sus injusticias según el orden del tiempo".[4]
 

PITÁGORAS de Samos - Identificación (SOL)

     La explicación física de los milesios es sustituida por la analogía, de naturaleza mimética: el Número es el modelo al que toda cosa se ajusta y supone la existencia de una suite indefinida de arquetipos imitados por los eres sensibles y reproducidos a través de los diversos órdenes de lo real. El mundo está armoniosamente ordenado como cosmos, enteramente esférico; admite un Fuego central invisible alrededor del cual gravita el conjunto de los cuerpos celestes. Lo más visible recela lo inefable. Una justicia cósmica dirige el ciclo de los nacimientos y las muertes en curso del cual cada uno conserva su ser propio, según la ley de la transmigración de las almas.
 

XENÓFANES de Colofón - Indiferenciación y Potencialización (LUNA)

     Contra el politeísmo y el antropomorfismo homéricos, se afirma la existencia de un solo Dios, vasto cuerpo orgánico, entero, global, inmóvil e inmutable, inactivo-activo, que sin esfuerzo mueve todas las cosas por la fuerza de su ser. Así, el mundo es un todo, y sus múltiples manifestaciones están virtualmente contenidas en este inmenso cuerpo indiferenciado e incognoscible que cada ser percibe, subjetivamente, según su perspectiva propia, y muy a menudo según su imagen, como él percibe cada cosa sensible, relativamente a las demás cosas y en función de esta misma perspectiva.
 

HERÁCLITO de Efesio - Confrontación e Integración (MARTE)

     Todo está sometido a la ley divina universal, el Logos inmanente y trascendente, a la vez justicia positiva y armonía, invisible, que rige cada destino individual según la necesidad. La ley natural se cumple por la transformación de todos los seres, cada uno en lucha con su contrario. "El opuesto es útil, y de las cosas diferentes nace la más bella armonía. Y todas las cosas están engendradas por la discordia."[5]  Así, cada fuerza se mantiene, por la acción de fuerzas antagonistas, en el conflicto que las une; cada ser está polarizado por las fuerzas que lo determinan a llegar a ser, perpetuamente, él mismo.
 

PARMÉNIDES de Elea - Simplificación (JÚPITER)

     El Ser, única realidad, al cual ningún estado podría ser identificado, se distingue radicalmente del mundo de la apariencia, del devenir y de la multiplicidad. El Ser es, pero el No-ser no es. La diversidad de las manifestaciones visibles no es más que ilusión. El Ser debe ser pensado en sí mismo, en el encuentro de toda forma de opinión (doxa). "Lo que puede ser dicho y pensado debe ser". [6]  En esta resolución de la alteridad entre el Ser y el Pensamiento, y al otro lado de la apariencia engañosa del eterno movimiento del mundo, se perfila la certitud absoluta de que lo que subsiste se expresa, y que la esencia del mundo se reabsorbe en su intelección.
 

ANAXÁGORAS de Clazomenes - Disociación (VENUS)

     Un único principio es inconceblible: un doble infinito, la Materia y el Espíritu, regula la existencia y las transformaciones de lo que se manifiesta. Cada cosa material es una mezcla en la que existen semillas o gérmenes de cada otra cosa. Nada nace ni muere verdaderamente, ya que existe una operación perpetua de disociación de los compuestos y de recomposición de los disociados. Es el Noûs (Intelecto, Espítitu), presente en todo ser compuesto, que es el principio del movimiento, la causa motriz y organizadora, a la vez potencia discriminante inicial y principio cognitivo "final", agente instigador y testimonio de la discriminación.
 

EMPÉDOCLES de Agrigentes - Asociación (NEPTUNO)

     Las dos fuerzas eternas y complementarias, philia (el amor) y neïkos (el odio), inherentes en las cosas, principios respectivos de inclinación y de aversión, se armonizan para regir el eterno devenir de todo ser a través de la presencia de los cuatro elementos (Tierra, Fuego, Aire, Agua) y según un ciclo inmutable de cuatro fases, durante el cual dos a dos unen y dividen vuelta a vuelta, asocian y disocian indefinidamente. El tiempo rige los seres en un perpetuo comienzo cíclico. Cuando el Amor rige él solo el estado del mundo, entonces aparece el Sphaïros, ser viviente inmenso, orgánico y armonioso de parte a parte, mezcla perfecta de los elementos.
 

DEMÓCRITO de Abdere - Complejificación (SATURNO)

     Todos los cuerpos se componen de átomos (a-tomos), partículas indivisibles, dotadas de un movimiento natural originario que se cumple en el vacío. Éstos difieren por sus propiedades constitutivas (forma, colocación, posición, talla). La explicación por los átomos de la generación, del movimiento y de la pluralidad, elimina también las cualidades sensibles de los cuerpos que se convierten en las apariencias, los efectos de la superficie, de un real más complejo. El universo es eterno, constituido por mundos innumerables y perecederos, enteramente material, privado de instinto y de armonía, y regido por causas exclusivamente mecánicas.
 

PROTÁGORAS de Abdere - Dispersión (MERCURIO)

     El sofista no es ya metafísico, sino profesor, educador, intelectual de la Ciudad, divulgador de un saber. No reflexiona sobre ya sobre el mundo, sino sobre el ejercicio de la filosofía. Sustituye la aprehensión inmediata y segura de lo real, su interrogación sobre la verdad y sobre la ilusión del discurso. Todo es parcialmente verdadero. El hombre es la medida de todas las cosas". El conocimiento depende del sujeto conocedor. Toda verdad es relativa, sometida a la verosimilitud de su enunciado, dependiente del tejido cultural en el cual se enraiza. La verdad no atañe ya a la visión, sino a un trabajo sobre el lenguaje por la argumentación y por la dialéctica.
 

     Los Presocráticos, que eran también en su mayoría físicos y astrónomos, fueron los primeros intérpretes de los astros. Ellos fueron estos astros encarnados. En menos de dos siglos de historia filosófica, las diversas funciones del Planetario se convirtieron sucesivamente en perspectivas de la conciencia, en puntos de vista sobre la naturaleza de lo real. Cada uno de estos fundadores del pensamiento griego ocupa por turnos un sitio vacante, primero en función de su temperamento, después según el espacio que se quedó desocupado por sus predecesores, el todo en conformidad con el desarrollo de la ratio griega. No hay progreso de Tales a Protágoras, sino la sucesión de las fases de un ciclo matricial que se reproducirá en los primeros siglos de la era cristiana (con los primeros teólogos del cristianismo), después en los siglos VIII-XII en la filosofía árabe, y también en los siglos XI-XIV con la escolástica medieval. La historia de "la" filosofía, como la de la pintura o la de la literatura, esta pilotada por la década planetaria. No hay una "evolución del Espíritu" (Hegel), orientación lineal y teológica del Devenir, sino una sucesión de estilos y de coloraciones, una actualización circular de los puntos de focalización del conocimiento, y la repetición cíclica de series finitas. Gilles Deleuze, Capricornio, preconiza el suprimir la subjetividad, "no en nombre de un universal o de un indiferenciado, sino por modos de individuación no subjetivos".[7]  No obstante, estos modos de individuación reconocidos como taes por el filósofo, sólo el astrólogo tiene las herramientas para precisar su contenido.
 

La primera década de la filosofía europea

"Los conceptos son exactamente como los sonidos, los colores o las imágenes, son intensidades que os convienen o no."
(Gilles Deleuze, Dialogues avec Claire Parnet)

     la filosofía europea nace en el siglo XII con el desarrollo de los centros teológicos y el nacimiento de las universidades. Contemporánea de las Cruzadas, tiene en primer lugar una función ideológica: luchar contra la influencia del Islam, propagar la doctrina del cristianismo, encauzar el flujo del pensamiento árabe.[8]  La fe está sometida al examen de la razón. El discurso teológico busca una justificación de orden racional. El pensamiento de los Padres de la Iglesia (y sobre todo el de Agustín) es analizado en función de imperativos de orden lógico e intelectual. Es a partir de este momento por medio del razonamiento y de la argumentación que el "gentil" deberá ser convencido. Se busca el sitio del hombre en un universo regido por la potencia divina.

     En el amanecer del Renacimiento y a la hora del balance, Nicolas de Cues (1401-1464) distingue diez campos, diez perspectivas, o incluso diez ángulos de aprehensión, en vistas a una búsqueda de la sabiduría.[9]  Se inspiran en las concepciones definidas por los principales filósofos medievales y teólogos que se suceden desde finales del siglo XI hasta mediados del siglo XIV. Estas vías de la sabiduría son, ante todo, modos de acceso a lo divino. Si Nicolas consagró tratados separados a ciertos de entre ellos, el De docta ignorantia de 1440, el De possest (sic) de 1460 o incluso el De non aliud de 1461, sin embargo, él se considera capaz en su obra de 1462 de dominar también los demás campos, aunque parece que no tuvo tiempo de atribuirles, individualmente, un tratado separado. Las concepciones de los autores que desfilan a continuación podrían ilustrar cada una de estas diez vías: la docta ignorancia, el poder, la no alteridad, la luz, la alabanza, la unidad, la igualdad, la conexión, término, el orden. [10]
 

ANSELMO de Canterbury (1033-1109) y la preocupación de no-alteridad (NEPTUNO)

     Dios no es desconocido para el hombre ya que éste se puede deducir del conocimiento de una presencia interior que no es posible inventar, ya que es la fuente de todo pensamiento. En consecuencia, cada uno posee en sí mismo una idea natural de Dios, inmanente, asociada al acto mismo de pensar. Dios existe ineluctablemente, ya que existe ya en el sentimiento del que busca pensar en él. El argumento llamado ontológico es la prueba más ineludible de la existencia divina, ya que dispensa de buscar razones externas, fuera del pensamiento.
 

Pierre ABÉLARD (1079-1142) y la problemática de la igualdad (MERCURIO)

     En la "Querelle des Universaux", él impone el punto de vista conceptualista en lo que tiene que ver con la naturaleza de las ideas. Cada cosa (res) es un ser real, igual a sí mismo y relativamente independiente. La universalidad (de los generes y de las especies) es una construcción del espíritu, el producto de una abstracción a partir de las cosas singulares, dicho de otro modo, de una igualación salida de las imágenes confusas de pluralidades de elementos de naturaleza más o menos semejante. Lo universal no tiene que ver por tanto más que con las palabras y sus significados, no con las cosas reales. Es un producto de lo mental y de la abstracción.
 

BERNARD de Clairvaux (1090-1153) y la alabanza (VENUS)

     Adoración y veneración caracterizan la práctica del creyente. En la cumbre de los diversos "grados del amor" se encuentra el amor puro o "beatífico" que es unión con Dios, reciprocidad, diálogo del alma con Dios, y devoción incondicional hacia lo que sobrepasa los poderes limitados de la razón. El deber de cada criatura es alabar a su creador, contemplar su belleza y su bondad, preparar la boda espiritual. El camino que lleva a Dios es simple y sin obstáculos; la benevolencia divina sólo reivindica lo que está en todos: amar.
 

Roger BACON (1214-1292) y el enfoque del poder (MARTE)

     El conocimiento es el único fin de la filosofía, así como de la teología. No se adquiere por el razonamiento o por la autoridad, sino por la experiencia (experimentum), la cual engendra un poder personal y singular sobre las cosas. A la vez externa e interna, sensible y espiritual, la experiencia es el único medio de revelar unas fuerzas naturales ocultas a través de las tres verdaderas ciencias operativas que son la astrología, la alquimia y la magia. El conocimiento de lo divino y la revelación no pueden entrar en conflicto con el conocimiento de la naturaleza.
 

BONAVENTURE (1221-1274) y la idea de luz (SOL)

     La creación es el producto de la emanación divina: un reflejo de Dios impregna cada cosa, transmutada así en un signo o en una imagen de lo divino. Una profundidad cala y se transparenta bajo la apariencia más trivial. La luz divina está tan presente en el alma, como el ser atento avance más profundamente en el interior de sí mismo. Así, la iluminación del alma por el verbo divino es la fuente de todo conocimiento, de Dios, del mundo exterior, como de sí mismo.
 

TOMÁS de Aquino (1225-1274) y la ley de conexión (JÚPITER)

     La inclinación natural del intelecto hacia Dios autoriza la conciliación entre las exigencias de la fe y los imperativos de la razón. Es oportuno demostrar la existencia de Dios por medio de las pruebas basadas en la experiencia de la realidad sensible, y exponer el número de los atributos divinos. Todo ser tiene su lugar y su función en la jerarquía de los seres. La ley divina es compatible con las leyes humanas. Lo real es totalmente inteligible y la verdad consiste en una concordancia entre las cosas y las palabras.
 

Raimundo LULIO (1232-1315) y la tentación del orden (LUNA)

     Una lógica metafísica, el ars magna, vasta combinatoria de conceptos y ciencia general de los principios, permite dilucidar la disposición armoniosa de todas las cosas en el seno de la totalidad, por articulación de series trinitarias: los nueve principios absolutos, los nueve principios relativos (que permiten descifrar su actividad) y las nueve categorías (que permiten cuestionar el objeto). Este gusto por la recomposición ideal de lo real se encuentra en el nivel teológico: una síntesis entre las concepciones judía, cristiana y musulmana debería permitir poner fin a las luchas religiosas partidarias.
 

John DUNS SCOT (1265-1308) y la exigencia de la unidad (URANO)

     El objeto de la metafísica, el ser, es más englobante que el de la teología, Dios. En efecto, es el único concepto verdaderamente universal, y se declina bajo tres modos: el ontológico (el Ser en sí mismo, sin ninguna determinación, el ser del "quid"), lo físico (el Ser sensible, en lo real singular, el ser de "la hecceidad"), lo lógico (el Ser inteligible, en el intelecto, el ser de la generalidad). Los tres son reales, inteligibles y distintos, aunque el Ser, que es todo lo que es, permanece unívoco.
 

Johannes ECKHART (1260-1328) y la docta ignorancia (PLUTÓN)

     El ser divino es indeterminado, indecible, incomprensible, incognoscible. La deidad inefable está más allá de todo atributo, de toda forma, de toda representación mental, más allá de la misma del dios de la Creación y del dios de la Trinidad. Hay que rechazar a Dios su ser mismo para que él sea la fuente de todo ser. Por consecuencia, no se puede conocer nada: no se puede perder uno en sí, desnudarse, morir en sí mismo, y abandonar hasta la idea misma que tenemos de Dios. Las criaturas, a imagen del ser supremo, no son más que "pura nada".
 

Guillermo de OCKHAM (1280-1348) y el uso del término (SATURNO)

     El logicismo crítico se opone a toda metafísica, anuncia la eclosión de la ciencia y sustrae lo divino a toda especulación intelectual. El discurso está compuesto de signos, los términos, unidades mínimas, sustitutos que "ocupan un lugar", representan o "suponen" bien otras palabras, bien conceptos, bien cosas. La articulación de los términos en el seno de la proposición crea la significación. La ciencia es la práctica de los signos supuestos y el conocimiento de las proposiciones. Una ciencia no tiene otro objeto que intenciones supuestas a las cosas.
 

     Nicolas de Cues elaboró una síntesis entre estas diversas perspectivas astro-metafísicas, sobre todo con su famoso concepto de "coincidencia de los opuestos". Toda una parte de su obra permanece poco conocida, y podría reservar algunas sorpresas a los historiadores de la astrología. Las descripciones que preceden, a pesar de ser concisas, sugieren la relación de las principales perspectivas filosóficas de este período, primero a la serie denaria puesta en evidencia por el Cusain, a continuación a las diferentes funciones planetarias. Así, los pensadores medievales ponen en escena a Dios, y no a más gente, pero permanecen atados como los Presocráticos, individualmente, a una u otra de las perspectivas de la conciencia dirigidas por los planetas.

     Porque los impresionales encarrilan las culturas y los hombres. Conceptos e ideas son los reflejos condicionales de la conciencia. El propósito de una comprensión matricial de la historia de las filosofías consiste a cernir en el desfile de los conceptos y de sus transformaciones, la permanencia de actitudes recurrentes hacia lo que se constituye como objeto del pensamiento, y la irreductibilidad de las perspectivas originales que sostienen estas actitudes. El material conceptual común pertenece al epistema de una época; las construcciones originales particulares están guiadas por la idiosincrasia de los hombres. Después, solamente, conviene saber si queda algo de "filosófico". La historia de la filosofía es una empresa de saneamiento.
 

Zarathustra y la impotencia de los hombres superiores

"No se lucha con ventaja contra el espíritu de su siglo y de su país; y un hombre, sea cual fuere su poder, difícilmente comparte con sus contemporáneos sentimientos e ideas que el conjunto de sus deseos y de sus sentimientos empuja. (...) Se agota en querer amar esta multitud indiferente y distraída, y se ve, al final, reducido a la impotencia, no porque esté vencido , sino porque está solo."
(Alexis de Tocqueville)
 

     Nietzsche, después de cuatro siglos de filosofía, encontró un escenario semejante, llama a escena la existencia de estas funciones planetarias inmutables, en esta ocasión bajo la forma de personajes que encarnan actitudes de la conciencia ante la vida, y que se traducen en tipos sociales. Zarathustra encuentra sucesivamente a cada uno de los "hombres superiores" que son los supervivientes de una época pasada. Antaño grandes y escuchados, no son ya más que andrajos. Les llegó a ser imposible vivir en el mundo moderno, y es por ello que sólo subsisten ya como la caricatura de ellos mismos. Todos juntos, vociferan "el gran grito de socorro": "Era un extraño grito complejo, y Zarathustra discernió claramente que él estaba hecho de múltiples voces, aunque, escuchado de lejos, pareció el grito de una sola boca".[11]  Cada uno de ellos ha conservado su punto de vista, humano, demasiado a los ojos de Zarathustra, el cual superó, más que el antagonismo del Bien y del Mal, la personalización psico-social, necesariamente inscrita en los astros como lo enunció Paracelso en su Astronomia Magna. Aunque aislados en su locura, los "hombres superiores" permanecen unidos por la estrecha relación que cada uno mantiene con su producto común: el absurdo grito de desamparo, que se materializa a espaldas de todos. Así, desfilan trágicamente, estos supervivientes del cataclismo, de la "muerte de Dios" y del advenimiento del nihilismo, cuyo melancólico adivino, el primero, había presentido la llegada.

     El adivino (NEPTUNO), el profeta compasivo, es "el anunciador de la gran laxitud" (p.293). Este contemplativo supo penetrar en las profundidades del mundo, sondear las vicisitudes del tiempo: algo no funciona ya; nada es como antes. Presintió lo que iba a pasar a la humanidad con la "muerte de Dios": el estado de desamparo de los hombres, el nihilismo, la apatía generalizada, estaría disfrazada de una agitación febril, la expansión del "desierto", el advenimiento de la miseria interior. "Todo da igual, nada vale la pena, el mundo carece de sentido, el saber ahoga". (p.293)

     Los dos reyes abandonaron sus tronos de gala y abdicaron un poder que no era ya más que mascarada y simulacro: "Entre nosotros todo es falso y está podrido. Nadie sabe ya venerar". (p. 298) El rey de la derecha, el legislador (JÚPITER), habla abundantemente. Es el depositario de la ley y el representante de sus semejantes: habla "en su nombre". El rey de la izquierda, el conquistador taciturno (MARTE), habla poco, pero actúa. Han sufrido los efectos de la decadencia, del destronamiento: los primeros hombres se han convertido en fugitivos. Las jerarquías se han desmoronado. El poder se liquida a precio saldo en los mercados y se entrega a los "canallas". El derecho se ha convertido en algo inútil, y el combate en algo sin objeto. Estos hombres de acción no pueden ya actuar, ya que la acción no tiene sentido: "Y de todas las virtudes de los reyes, la única que les ha quedado, ¿no es acaso, la que hoy se llama saber esperar?" (p. 301)

     El escrupuloso del espíritu, el sabio concienzudo (SATURNO), el adorador de los hechos, el conocedor del "cerebro de la sanguijuela" (p. 304), quiere deshacerse de sí mismo. Vive escondido, como un perro, en las profundidades del pantano. Es un paria, miserable y desafortunado, ignorado y pisoteado por los demás. Parece inútil acumular un saber siempre limitado: "¡Mejor es no saber nada que saber muchas cosas a medias!" (p. 304) Así se contenta con explorar lo que, precisamente, deja el conocimiento incompleto, relativo, subjetivo, insatisfactorio y finalmente inútil: no a la conciencia, sino a lo que corroe la conciencia.

     El ilusionista, el encantador (SOL), el comediante, el artista, busca la admiración de los demás, pero nadie no nota ya. "...Movía los brazos y piernas, cual un loco furioso (y) finalmente cayó de bruces al suelo". (p.306). Buscó la grandeza y no encontró más que "el reino de la plebe". Así, no imita ya la majestad y la dignidad de la nobleza, sino los gemidos, lamentaciones y los lloriqueos de la multitud. Pero de este nuevo rol, pronto se ha cansado, y ha perdido su función y su auditorio, ya que todos se han convertido en los monos y los bufones del sufrimiento de los demás y de los suyos.

     El papa jubilado (URANO), el hombre piadoso e idealista, el viejo mago de línea sacerdotal, el último representante y servidor de lo sagrado, ese cuyo conocimiento permanece impenetrable para el resto de los hombres, ha perdido todo prestigio. Como Odín, "sólo veía por un ojo" (p. 315). Se ha vuelto impotente, inútil, ya que el dios del que era responsable de sus poderes, ya no está. Ya no reúne a los hombres, puesto que la nada se ha apoderado de las conciencias. Y poco importa saber cómo ha sobrevenido la muerte de dios, ya que "Cuando los dioses mueren, mueren siempre de muchas especies de muertes". (p.316)

     El más feo de los hombres, el intocable (PLUTÓN), el asesino de Dios, vive recluido "en un reino de muerte" (p. 318) se despojó de su forma humana y se metamorfoseó en una especie de "cosa indecible" e infame. Escapó a la "muchedumbre de los compasivos" y a su conmiseración impúdica. Su amor por sí mismo le condujo a suprimir el último testigo de la miseria humana - Dios. Pero el resultado de su búsqueda intransigente fue su propia exterminación. Sólo queda el desprecio por sí mismo. Desembarazándose de Dios, el contador de la humanidad aceleró su propia aniquilación.

     El mendigo voluntario, el amable (VENUS), el sabio pacífico, el que por amor a los demás, "en otro tiempo de una gran riqueza se despojó" (p. 326), rumia en el presente sobre el pasado en medio de las vacas. Su bondad y su amabilidad le incitaron a darlo todo, y hoy ya no encuentra ni gusto ni deseo a lo que sea humano: por todos lados el reinado de la carroña, "plebe arriba, plebe abajo" (p. 327). La nivelación suprimió las diferencias de condición. Ya no hay lugar para el amor, pero sólo un campo estéril para los rumiantes.

     La sombra de Zarathustra, el viajero errante, el vagabundo del espíritu (MERCURIO), el inconstante apátrida, recorrió todos los caminos de la tierra y se consumió en los mil fuegos de la existencia. Ya no es más que sombra: "En todas las superficies he estado ya sentada. A semejanza del polvo fatigado, he dormido sobre los espejos y las vidrieras; todas las cosas toman algo de mí, ninguna me da nada, adelgazo y parezco una sombra." (p. 330). Este espíritu libre se concedió todas las licencias, venció el miedo, superó las prohibiciones, buscó en vano su remanso de paz, y persiguió "la verdad pegada a sus pies" (p. 331). Su constatación es amarga: no hay ninguna verdad para descubrir, nada merece la pena, y ha desaparecido lo que nunca fue más que una ilusión: la profundidad del mundo. El heraldo de la movilidad no aspira ya más que al reposo y a la cautividad.

     La tipología social de Nietzsche es globalmente significativa. Tiene unos cimientos planetarios, y la LUNA aparece aquí doblemente, negativamente en tanto que burro - el cristiano en el espíritu de Nietzsche- en su aceptación blanda y beata de todos los discursos, y positivamente en tanto que el Zarathustra mismo, con su rechazo exigente y distanciado de todo valor existencial limitativa y su apertura incondicional a la vida y a todas sus posibilidades.

     El mundo moderno está enfermo. Ahora bien, Zarathustra aspira a la salud: fuera de modas, permanece impermeable al cáncer que roe la conciencia moderna, ya que el combate ha tenido ya lugar ha salido reforzado. En la parte cincuenta de La Gaya Scienza, aparecen las mismas figuras del creyente, del sabio, del despreciador de sí mismo, del actor, de la ermita, del viajero, de las naturalezas sacerdotales... "Ese cuya alma aspira a vivir toda la amplitud de los valores y de las aspiraciones que han prevalecido, hasta entonces, a hacer el periplo de todas las riberas de este Mediterráneo ideal, ese que quiere saber por medio de las aventuras de su experiencia más personal lo que ocurre en el alma de un conquistador y de un explotador de lo ideal, en el alma de un artista, de un santo, de un legislador, de un sabio, de un científico, de un hombre piadoso, de un adivino, de un hombre divinamente puesto aparte, de antiguo estilo: éste necesita en primer lugar una cosa: la gran salud."[12]  Pero esta gran salud, lunar, ¿es un imperativo de la filosofía del futuro, o el reflejo de la idiosincrasia del pensador de Röcken?
 


[1]  Nietzsche, La naissance de la philosophie à l'époque de la tragédie grecque, tr. fr. Geneviève Bianquis, Paris, Gallimard, 1938; Idées Gallimard, p.28 « Texto

[2]  Nietzsche, Ibid., p.17 « Texto

[3]  Cf. Goulet Richard (dir), Dictionnaire des philosophes antiques, Paris, CNRS, 1994-2000, 3 vol. (de Abamon à Juvénal). « Texto

[4]  Fragmento relatado por el comentador neoplatonicista Simplicius, in Les Présocratiques, ed. Jean-Paul Dumont, Paris, Gallimard, 1988, p.39. « Texto

[5]  Fragmento relatado por Aristóteles, Ibid., p.147. « Texto

[6]  Fragmento relatado por Simplicius, Ibid., p.260. « Texto

[7]  Deleuze Gilles: Dialogues [avec Claire Parnet], Paris, Flammarion, 1977 « Texto

[8]  Cf. Étienne Gilson, La philosophie au Moyen Age, Paris, Payot, 1922; 2ème éd. rev. 1944; 1986. « Texto

[9]  Nicolas de Cusa, De venatione sapientiae (La quête de la sagesse), 1462; in Opera omnia, 12, éd. Raymond Klibansky & Johannes Senger, Hamburg, Meiner, 1982 « Texto

[10]  Nicolas de Cusa, Ibid., p.30 : "primum nomino doctam ignorantiam, secundum possest, tertium non aliud, quartum lucis, quintum laudis, sextum unitatis, septimum aequalitatis, octavum conexionis, nonum termini, decimum ordinis." « Texto

[11]  Nietzsche, Ainsi parlait Zarathoustra, éd. Giorgio Colli & Mazzino Montinari, 1968; tr. fr. Maurice de Gandillac, Paris, Gallimard, 1971; Gallimard (Idées), 1975, p.337. Las demás citas de este capítulo se relatan en esta edición. « Texto

[12]  Nietzsche, Le gai savoir, 1882 (§ 382); tr. fr. Pierre Klossowski, Paris, Club Français de Livre, 1957; U.G.E. (10-18), 1973, p.411. Este texto es retomado en Ecce Homo (III 7.2), la última obra de Nietzsche. « Texto



Referencia de la página:
Patrice Guinard: Décadas filosofales (Contribución a la Comprensión
matricial de la Historia de las Filosofías)
http://cura.free.fr/esp/16decphi.html
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